sábado, 14 de enero de 2012

El charco. [Capítulo 2.]


-¿Hablar? No me lo creo. ¿Quién eres? ¿Y dónde están todos?- Salí de los probadores buscando a los demás, salí de la tienda, tampoco había nadie.

Me senté en el suelo, que estaba abrillantado, y en su reflejo volvió a aparecer el chico.

-Los demás están en tu mundo...
-¿En mi mundo? ¿Acaso este no es mi mundo?
-Digamos que ni si quiera es el mío.
-¿Y por qué estás dentro del espejo, del reflejo del suelo, del charco, o de dónde sea?
-Por así decirlo no estoy dentro de nada, todos los lugares en los que me has visto es un portal.
-¿Un portal? Ya, claro...
-Créeme. Es un portal que separa tu mundo del mío. Yo no puedo salir, pero tú si puedes entrar... -Extendió la mano con intención de que yo la cogiese para ir con él.
-No, ni hablar. Además, se supone que el portal separa tu mundo del mío, pero como bien has dicho antes, este no es mi mundo.
-Lo sé, pero... -Una alarma empezó a sonar, impidiéndome oír las palabras de Jake. La alarma dejó de sonar.
-¿Qué? No te he oído. Repítelo.

Jake, cabizbajo, desapareció, volví al probador de la tienda, como por arte de magia, y la gente volvió a su lugar.

-¡Bely! Tardas mucho, ¿estás bien? -Era la voz de Anabel.
-Ya... Ya voy... -Salí con el vestido puesto, pensando en todo lo que había pasado anteriormente. Era muy surrealista para ser una simple imaginación.
-Eh, no tienes buena cara, estás pálida, como si hubieses visto un fantasma. ¿Te ocurre algo?
-No, Anabel. Solo me ha dado un mareo, nada más...
-A ver si ahora te caes y te da un chungo. -Dijo bromeando y riéndose.
-Calla, no vaya a ser que pase de verdad. Me quito el vestido y damos otra vuelta, ¿vale?
-Va, va. -Se quedó esperando fuera.

Entré al probador, me quité el vestido y me puse mi ropa. El chico volvió a salir.

-Ven conmigo, a mi mundo... Podemos ser felices... -Era extraño, la expresión del chico siempre era igual, triste.
-Lo siento, pero no puedo hacer eso...
-Corre si quieres mientras que del miedo huyas... -Desapareció otra vez.

Salí del probador y me dirigí hacia Anabel.

-Corre si quieres... ¿Mientras que del miedo huyas?
-¿Qué? -Anabel me miró extrañada.
-No, nada. Una canción...

Salimos de la tienda y seguimos mirando ropa, yo, con la esperanza de que Jake apareciese de nuevo.

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